"Mejor me siento a esperar sentado"...así cantaban los afinadísimos "Les Luthiers", en una de sus obras cuando, del otro lado de la línea telefónica, una operadora estatal les comunicaba que su llamado estaba por ser atendido.
Tan irónico como este ejemplo, suele resultar cualquier intento de espera. Tal vez sin notarlo, la espera encierra no solo cuestiones de tiempo, sino también de forma y fondo.
Fácil asociación solemos hacer cuando esperamos. Cómoda resulta nuestra posición, tanto que hasta nos sentamos a esperar. Poca es la responsabilidad que nos queda cuando todo lo que pueda pasar o NO pasar queda en manos de aquello que esperamos. Entonces una idea toma forma. La espera es un disfraz que se prueba nuestro deseo. Se camufla en forma de un tren que no sale, un día lluvioso, una larga fila, un domingo. Cualquier morfología suele calzar a la perfección en el cuerpo de nuestro objetivo, cuando no es tan fuerte nuestra intención de lograrlo. Entonces tomamos la decisión de esperar. Dejar que pase un tiempo, no presionar. Tal vez en otro momento las condiciones sean mejores. Quizás no estemos preparados y una interminable lista de perfectas excusas que sólo confirman lo que se sospechaba. Finalmente "eso" No era tan importante.
Los habitantes de un olvidado pueblo en Etiopía, al Norte de Africa llevaban en sus bolsos de viaje algún pequeño animal o pájaro domesticado, en caso de que algún imprevisto no les dejara continuar avanzando y se vieran obligados a detenerse. En ese momento, soltaban su mascota y le indicaban que continuara el recorrido. Lo hacían para demostrar que su intención era real, que a pesar de no poder continuar, por el motivo que fuera, su espíritu seguía avanzando con aquella mascota. Y en muchos casos, eso que los detenía solía disolverse.
Hoy las ofertas para detener nuestra marcha toman formas innumerables. A cada paso se nos despliegan las mas entretenidas distracciones y los mas ocurrentes medios para mantenernos "informados" "conectados" "civilizados". Mientras tanto, les pedimos a nuestros sueños que esperen a que terminemos nuestras actividades, para vernos recién en los últimos minutos del día.
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